miércoles, 13 de agosto de 2014

Intervención reforma al sistema binominal

Hoy nos reunimos para enfrentar una crisis. No se trata del tipo de crisis que provoca catástrofe repentina, como cuando golpea un terremoto. La nuestra es el tipo de crisis que se produce por el lento desgaste de una situación crecientemente adversa que se elude y se parcha, sin enfrentarla directamente. Y así como la erosión puede convertir un terreno fértil en un desierto, la deslegitimación de la política puede convertir la participación y el espíritu democrático de un país, en apatía, desconfianza, abstención y, finalmente, desborde institucional.

Los chilenos y chilenas hemos construido una manera de referirnos a este problema: hablamos de problema del sistema binominal. Y en esto la ciudadanía es clara: Hay que cambiar el sistema binominal. Pero una cosa son las reglas del sistema binominal y otra es la política binominal. La política binominal no se sustenta solo en la regla binominal, también en un sistema electoral que premia la integración en grandes bloques, entregando poder de veto y control para ser electo a quienes administran los cupos de estos conglomerados. Segundo, un sistema de partidos que permite partidos que son administrados por cúpulas que no están sujetas al control de sus bases. Y por último, un débil sistema de financiamiento público a la política y un sumamente opaco y poco transparente sistema de financiamiento privado de la política (indicación para terminar con aportes reservados). Esta triada se traduce en una altísima colonización de parte de los intereses económicos sobre las dirigencias de los partidos políticos, lo cual no puede ser contrarrestado al interior de lo mismos, y que le entrega a estas dirigencias la llave de entrada y de salida de la política.

Hoy tenemos frente a nosotros el proyecto de ley que cumple el compromiso presidencial de acabar con el sistema binominal, y lo que los chilenos quieren saber es si es que se acabará o no con esta forma de la política que nos ha regido desde el retorno a los gobiernos civiles. Lamentablemente, debemos afirmar que, a pesar de ciertas mejoras que deben ser reconocidas, este proyecto no acabará con la lógica binominal: fueron rechazadas las indicaciones para transparentar los aportes de privados y controlar los gastos en campaña (y por eso repusimos la indicación que presentara Giorgio Jackson y Vlado Mirosevic para terminar con los aportes reservados en política, que esperemos todos voten a favor); no representa ningún avance en democracia interna de los partidos (y por lo mismo fiscalizaremos con mucho celo el cumplimiento del protocolo para tener una nueva ley de partidos y nueva ley de financiamiento a la política al que se comprometió el gobierno con muchos diputados independientes); y no se cambia el sistema de listas, ni se atenúan sus efectos. El mayor tamaño de los distritos, junto con la posibilidad de llevar más candidatos en las listas que los escaños disponibles, sumado al efecto de arrastre que producen las listas en el sistema proporcional, hacen pensar que, salvo algunas situaciones puntuales, la posición dominante y controladora de los dos grandes bloques políticos se mantendrá. Así, al menos, lo han señalado la mayoría de las simulaciones disponibles. Cambiar la lógica bicoalicional heredada de la dictadura seguirá siendo una tarea pendiente para las fuerzas democratizadoras de este país.

En particular, creemos que una reforma al sistema electoral, necesariamente, debe incluir mecanismos para posibilitar e incentivar una mayor igualdad de género, y por eso estamos de acuerdo con medidas afirmativas que permitan avanzar en los derechos de las mujeres. Sin embargo, tenemos serios reparos respecto a la efectividad de la reforma tal como está. El porcentaje de cuotas debe aplicarse a nivel distrital para que los partidos no pasen gato por liebre mediante arreglos truchos que sigan excluyendo a las mujeres. Esperamos esto se mejore en el Senado.

Lo que resulta impresentable es que se haya optado por dejar fuera del proyecto una verdadera redefinición del mapa de distritos existente, a través de un proceso transparente y democrático.

Hay ciertas reformas que se votan hoy y que son sin duda un avance para nuestra democracia, y por esto, votaré a favor íntegramente de este proyecto. Por un lado, me parece crucial que se elimine la distorsión a la voluntad popular que representa la regla de exigir el doblaje en el actual sistema. Además hay normas sumamente positivas que facilitan la constitución de nuevas fuerzas políticas y su mantención como partidos políticos.

Por último, no puedo dejar de notar que la UDI, en un mensaje de muy mal gusto, dice "estamos bien aquí los 120", comparando a los diputados con los mineros que estuvieron enterrados semanas bajo tierra producto de un sistema explotador de trabajo que hasta el día de hoy no ha mejorado. Claro que estamos bien aquí los 120, ganando más de 8 millones mensuales y con todos los privilegios que tenemos. Si mejorar la democracia, implica mayor gasto, bienvenido sea, pero que eso no sea a costo de precarizar a los funcionarios del Congreso. Podemos no gastar más aprobando la baja de sueldos de nosotros mismos que hoy equivale a 40 veces el sueldo mínimo. El más alto no sólo de América Latina sino también de la OCDE. Los invito a que se vote el proyecto que presentamos para rebajar los sueldos de los parlamentarios para que esa sea la manera de no aumentar el gasto con esta necesaria reforma.




Muchas gracias.


1 comentario:

javinchains dijo...

Felicitaciones por promover los cambios y la dignificación para nuestra sociedad, que hace mucho rato estamos pidiendo a gritos. Respecto al mensajito de la UDI, ellos realmente tienen problemas a nivel pragmático, sus comparaciones son aberrantes. Felicitaciones nuevamente por tu aporte Gabriel. Saludos.